UNA NOCHE CUALQUIERA
Estaba yo parado en una esquina sin saber a donde diablos ir, era una tranquila
noche de primavera, con una agradable brisa y alumbrada por una media luna que
nunca supe si era menguante o creciente.
Empecé a caminar sin rumbo, una cuadra, dos, tres, cuanto caminé , no
se, perdí la cuenta.
De repente apareció un bodegón antiguo, un boliche de esos que invitan a
pasar, un boliche donde hay más humo que luz, donde hay más borrachos que
gente, alguna que otra señorita y todo tiene un sabor más a tristeza que a alegría.
Entré, me encaminé a la barra, pedí una copa, y al darme vuelta observe
cuantos personajes diferentes tenía a mi alrededor, pensé; qué vendrá a buscar
aquí toda esta gente.
Viendo sus rostros, imaginé; alguno vino a buscar compañía para no pasar
la noche solo, otro algún amigo para pedirle un poco de plata y así llegar a
fin de mes, un tercero, un hombre generoso capaz de pagarle un trago al primero
que encuentre porque está aburrido de su penosa soledad y alguien que quizá
vino a buscar aquí un amor.
Bebí mi copa lentamente, sorbo a sorbo, cuando me disponía a pagar,
escuché un disparo, ahí me di cuenta a que había venido.
Entendí perfectamente que había venido a buscar mi propia muerte.
Ricardo Juan Sabugo
20-3-2016
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