C E L O S
Sentada en un amplio sofá, en la penumbra de su comedor, escucha
esa música suave que tanto le gusta, de repente suena el teléfono,
pronuncia estas palabras:
- Seguro que es el, hoy tampoco voy a atenderlo, si no hubiera sido
tan celoso.
Un relámpago atravesó su mente y comenzó a navegar por un río de
recuerdos.
Los dos tomados de la mano caminando por la calle, sentados en un
banco de la plaza, en el cine o comiendo unos tostados en la confite-
ria.
Un día que quizás fue el mas romántico e importante de todo su no-
viazgo sucedió, venían caminando por Lavalle rumbo a la parada del
colectivo, cuando de pronto:
- Hola María,
- Tanto tiempo.
- Ignacio… te presento a mi novio, Martín, un amigo casi, casi
de la infancia.
Martín dejó caer un: - Encantado y lo estudió de los pies a la cabeza.
- María, fijate las sorpresas de la vida, encontrarte aquí entre tanta
gente,¿ te acordas del colegio secundario?, una bombita de mal olor
en el pasillo, una tiza en el café del profesor de historia, aquellos
pic-nics de la primavera, por un instante quedaron en silencio y mi-
rándose fijamente a los ojos.
- Bueno, yo me retiro dijo Ignacio, ha sido un placer enorme haberlos
encontrado, nos vemos, hasta la próxima.
En el camino de regreso Martín no le dirigió la palabra, llegaron,
María le dio un beso y lo despidió con un hasta mañana, el le dijo:
- Hasta nunca y se dio media vuelta, María quiso hablarle pero el
ya estaba a cinco pasos.
Desde aquel día nunca más la visito, ni siquiera le mando una carta
explicándole el motivo, eso si, todas las noches llama por teléfono,
escucha que llame cinco veces y cuelga.
Y María repite cada noche lo mismo:
- Seguro que es el, hoy tampoco voy a atenderlo, si no hubiera sido
tan celoso.
Ricardo Juan Sabugo
28-8-1995
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