viernes, 3 de febrero de 2012

UN CUENTO CAMPERO

ACA NO SE COMO LE LLAMAN


Un boliche en un pequeño pueblo de la Pampa, Catriló, en una mesa,
Jugando al truco y tomándose unos vinos, tres paisanos y un visitante
de Buenos Aires, primo de uno de ellos.
Entre envidos, falta envido y retrucos mataban el tiempo, luego como
en toda reunión, se comenzó a relatar, cosas del pasado, anécdotas  y
sucedidos.
El porteño contaba que en su juventud, solía llevar cuchillo al cinto,
ya que vivía en el barrio de Mataderos, en las afueras de la ciudad.
-Me acuerdo, aquella noche, yo venía caminando por la recova del
resero y de pronto me salieron al cruce dos personas:
-¿Es Ud. Don Ricardo? Me preguntó el más alto.
-Según pa´que, le conteste.
-Venimos a cobrarle una deuda que Ud. Tiene.
-Que yo me acuerde, no le debo nada a nadie.
-Don Rosendo Mendizabal no opina lo mismo.
-Y a ese, menos que menos.
-Bueno, no discutamos más y atájese compañero.
-Saqué el cuchillo y entre tira y afloje estuvimos, hasta el primer tajo.
-Está bien, dijo el grandote, le diré a mi patrón que la deuda está sal-
dada.
-Y agarradas como estas, tuve muchas en mi vida, agregó, haciendo
alarde.
Los paisanos, fueron más discretos, contaron alguna que otra reyerta
por el robo de ganado, o por una riña de callos, o alguna vuelta de taba,
pero sin hacer demasiada cáscara.
Don Anselmo miró el reloj, y comentó a sus compañeros:
-La cosa está muy linda, pero pienso que es hora de irse pa´ las casas.
Don Sixto, cuanto se debe, dijo Don Francisco, y Don Pedro pagando
la cuenta les comentó:
-Después arreglamos, un tanto cada uno.
Salieron del boliche, la noche era cerrada y muy fría. El mejor camino
y el más corto para llegar a las casas era atravesando el cementerio.
Por ahí, caminaban los cuatro en un silencio profundo, cuando de repente
se oyó como un chistido, ninguno de los paisanos se dio vuelta, en cam-
bio Don Ricardo al girar media vuelta la cabeza, salió disparando.
-Eh, le gritó Don Anselmo ¿Qué pasa Don Ricardo?
-Como ¿no escuchó ese chistido, y después no vio esos dos ojos que me miraban desde la sombra?
-Ojo no piensen que salí disparando porque tengo miedo eh, acá no se
como le llaman, allá en la ciudad, a esto le llamamos precaución.
-Vea Don Ricardo, le contestó Don Francisco-
-Acá a esto le llamamos lechuza nomás.


Ricardo Juan Sabugo
      30-1-1996

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