miércoles, 7 de marzo de 2012

UNA FOTO Y UN CAJON

FOTOGRAFO DE CAJON


Hoy recordamos los paseos a cualquier plaza de Buenos Aires, ahí estaban los fotógrafos de cajón. Hasta hace poco al parecer quedaban algunos repartidos por la ciudad, según algunos comentarios leídos en los medios locales.

Se les llamaba minuteros porque ofrecían  la foto en un minuto. Pero no era verdad. El minuto casi todas las veces se convertía en dos, tres, cinco minutos, pero recién a los diez podíamos llevarnos la flamante foto. (que mostraríamos contentos a todo el mundo al regresar).

En los años 40 y 50 era casi una obligación sacarse una foto de cajón en alguna plaza. Hasta los años 70 en todas las plazas había un fotógrafo que tenía un completo laboratorio dentro de esas cajas oscuras, que eran verdaderas reliquias en el arte de la fotografía.

Se trabajaba de esta manera: era una caja negra con una lente y un chasis que sostenía el papel fotosensible.
Mirando desde dentro de la cámara a su objetivo, enfocaba con un trozo de vidrio esmerilado. El fotógrafo  lo destapaba y con un conteo mental de dos o tres segundos hacía las veces de obturador. La luz entraba por el agujero y plasmaba la imagen directamente sobre el papel. Entonces el simpático profesional metía una mano por una manga de tela adherida a la caja. A tientas, sacaba el papel lo pasaba por el revelador, luego lo secaba, lo lavaba y lo introducía nuevamente, esta vez al fijador. ¡Y listo!

“EL MILAGRO DE LA FOTO ERA REALIDAD”.

FOTO: ciudadviva.gov.co  --  NOTA: Ricardo Juan Sabugo

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